Mil dólares en Cerveza por Semana

En una ciudad de Australia un hombre iba conduciendo tranquilamente su coche en una madrugada cualquiera. De pronto empezó a hacer maniobras impropias y a invadir el carril de sentido contrario. La policía, que esperaba sigilosa en un cruce, lo empezó a perseguir y cuando finalmente logró que se detenga, se aproximaron al vehículo con las armas en la mano, alumbraron con sus poderosas linternas la ventana del conductor y exclamaron: ¡¿Otra vez usted?!

Era la séptima vez que detenían a Michael Leary por conducir en estado de ebriedad. Extrañados por esta continuidad se les ocurrió indagar en el bar que siempre frecuentaba el detenido y quedaron más que impresionados al recibir la noticia de que este hombre gastaba nada menos que mil dólares semanales en cerveza.

Pero� ¿Qué puede llevar a un miembro de Construcción Civil, padre de cuatro chicos, aparentemente normal, a consumir tal cantidad de bebida? La respuesta es muy sencilla: La mujer.

Sus conocidos comentan que todo empezó después de que terminara la relación con su compañera cinco años atrás. Poco después fue llevado a una corte local para determinar si esta extraña costumbre podía tornarse peligrosa para el correcto crecimiento de sus hijos; el juez a cargo se negó a ponerlo tras las rejas pero con la condición de que dejara de beber y que no pueda incluso tener una botella en la mano por un espacio de tiempo de un año.

Pues parece que no hizo caso; en estos días tendrá lugar una nueva audiencia para reevaluar su situación legal.

Lo cierto es que los dueños de la marca de cerveza que él consume, Melbourne Bitter, deben haber visto incrementadas sus ganancias en los últimos meses y, por lo menos deberían costearle un abogado decente en caso de que Leary no pueda hacerlo.

¿Y por qué deberían ayudarle? Porque es conocido que en ese país los consumidores son tan fieles a la marca de cerveza que consumen, como los europeos lo son al fútbol.